¡A Kinkin se lo tragaron! Eso de que se lo
llevó un infarto no me lo creo. Primero me llamó un tal Carlos y me dijo que
Kinkin no aparecía para darle las llaves del taxi y tomar su turno. Dizque él
golpeó y golpeó en su casa: toc-toc y toc-toc y cada vez más fuerte TOC-TOC, y
nada, que nadie le respondió. Así que él rompió el vidrio y abrió la puerta. Que todo parecía normal al interior, pero al momento de llegar a la parte de atrás de la casa lo encontró
tirado en el baño. Dice que nunca había visto a alguien tan morado. Pero eso ya lo saben ustedes. La vaina no es
solo eso, sino que el man, es decir el tal Carlos, me llamó
nuevamente y me dijo que no sabía qué hacer, que el cuerpo seguía tirado allí donde lo había encontrado, que él no lo tocaba para no meterse en líos. Bueno, así
como ustedes yo también me pregunto, ¿por qué no había llamado a la familia?, y
eso fue lo que le dije: “llame a su familia”, a lo que Carlos me replicó que
sí, que la llamaría. A las dos horas me volvió a llamar el man, me dijo que había hablado con la familia y que ya iban para allá. La cosa estuvo hasta ahí como por
cinco horas. Luego me llamó un tal Hanks, dizque sobrino del Kinkin. Yo
nunca había hablado con ese tipo. Me dijo que el cuerpo de Kinkin seguía
botado, que le daba cagada ver al tío en esas condiciones, que no sabía qué
hacer, que cómo era posible que el cuerpo ya llevara dos días allí tirado y
nadie hiciera algo (yo me preguntaba lo mismo). Yo le dije que llamara a la policía y a medicina legal, que ellos se hacían cargo del
levantamiento del cuerpo. Me dijo que no tenía dinero para eso, yo le respondí
que eso no costaba un peso, que, ¿cuál era la joda?, pero ese tal Hanks dijo
que no, que no iba a llamar ni a la policía, ni a la tal medicina legal. Que ya
iba para allá la mamá de Kinkin a ver qué podían hacer, pero que igual no era
posible que su tío siguiera allá botado como un perro atropellado. Ustedes
dirán que no pasa nada, que no hay nada extraño. Bueno, eso fue el primer día.
Al siguiente día me llamó nuevamente Hanks, pues el man Carlos no
volvió a comunicarse conmigo. Me dijo que estaba muy preocupado con la situación: que nada, que no habían solucionado lo del levantamiento del
cuerpo, que la mamá de Kinkin ya estaba allá pero que no había plata para
poderlo llevar, que necesitaban dinero para darle una santa sepultura. Yo me
emberraqué y le dije que cómo era posible que en todo
ese tiempo no hubieran hecho nada, por lo menos, lo del levantamiento del
cuerpo, que después se miraba lo del sepelio. Que comenzara con algo, ¡carajo!
El tipo cambió la voz, sonaba temblorosa y desarticulada: -Queee, queee,
ellooos noo sabiiiiaaan queee haceeer pooor elll doloor queee teníían deee laaa
mueerteee deeee Kiiinkiin. Entonces dijo que le daría solución a eso. Después
de eso fue que les avisé a ustedes que hiciéramos una donación para el sepelio
del pobre Kinkin, pues él había sido un bacán con
nosotros y no era justo que siguiera así.
Nadie más me volvió a llamar, por lo que yo me preocupé y llamé a
Hanks, le pregunté cómo iba la cosa, que dónde le podía entregar el dinero que
habíamos recogido entre sus amigos. Me dijo que ya había ido una funeraria a
recoger el cuerpo. Quedamos de encontrarnos cerca de la Misak con Boyacá. Yo llegué puntual, esperé unos minutos, pero, como Hanks no aparecía, lo llamé y me dijo que estaba cerca. Tras media hora lo volví a llamar y me contó que el carro
se le había pinchado, pero que ya iba en un bus. ¡Mano!, ¡pasó una hora y nada!, ¡ni porque el bus hubiese sido el de Los Picapiedras!
Lo llamé otra vez y me dijo que no, que no podía venir, que le había pasado
otro cacharro, que mejor me fuera. ¿Ah? Por eso me emputé y le dije que se fuera a comer mucha mierda, que qué falta de
seriedad, que yo llevaba dos horas esperándolo para que me saliera con un chorro de babas. Entonces me
respondió que él no podía hacer nada. Le pregunté dónde lo iban a velar, para
darle el último adiós, a lo que me evadió con: a Kinkin lo vamos a cremar. Y me colgó. ¿No les parece que todo esto es muy
extraño? Porque para mí sí lo es y más cuando Kinkin me contó que había vendido
la casa que le dejara su padre como herencia y no le iba a dar ni un peso al resto de su familia.
Por Michel Corredor Sanabria
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