Muchos
estudiantes de Filosofía se me han acercado para hacerme la pregunta principal,
a saber: -Maestro: ¿Qué debo hacer si un grillo gigante entra a mi habitación?
Lo primero que debe tener en cuenta, querido Platón, es no decirle a su mujer:
“Mijita, prenda la vela”. No lo haga, mi amigo, recuerde que estamos
en otras épocas. Estamos en otras épocas y, para empezar, usted no tiene mujer.
Tampoco agarre el grillo a martillazos, Platón, que no estamos en las
cavernas; recuerde que a grillo muerto grillo puesto. Usted debe conservar la
calma y ponerse de pie lentamente. Lo anterior, en el caso de que estuviera
acostado y nervioso, de lo contrario puede omitir el paso y salir del cuarto
sin hacer ruido directamente. Ahora cierre la puerta sin que el grillo lo note.
¿Cómo? Sugiero mirar hacia otro lado, como un volante 10, mediocampista, armador
o creativo: de forma que el grillo piense (no como usted) que su merced no lo
ha visto y que se dispone a cobrar el tiro libre por debajo de la barrera.
Ayúdese en el visaje y doble la mano hacia un lado, como si pintara un lienzo,
para darse precisión al cerrar el cuarto. Eso, así. El grillo es gente
prejuiciosa, papi: recuerde los sermones que le echaba al Pinocho por parchar
con el Zorrito. Luego póngase el saco, haga un gesto como persignarse, diga
algo épico tipo: “qué le hace” y salga de su casa, sin mirar hacia
atrás, con destino a la embajada de Portugal a pedir la nacionalidad debido a
sus antepasados sefardíes en el Caribe.
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